martes, 17 de abril de 2012

LENGUAJE NO VERBAL

En La persistencia de la memoria los relojes se deshacen, quizá hastiados del tiempo, o de sí mismos, y lo hacen sobre la rama muerta de un árbol, sobre una cabeza disparatada que finge dormir, sobre una mesa que se cuadra obediente hacia al punto de fuga. Cada reloj marca una hora, como si la manía circular de cada uno de ellos mantuviera una postura distinta acerca de la hora exacta. Como el cuadro no es cine, no sabemos si las agujas, en efecto, marchan hacia delante, hacia donde estamos acostumbrados que lo hagan: las dos después de la una, y las cuatro después de las tres, cuando ya han terminado los telediarios. ¿Quién sabe si estos relojes de Dalí van hacia atrás, y entonces no habría que preocuparse por levantarse a tiempo, sino por haberlo hecho demasiado pronto?